sábado, 25 de julio de 2015

Los Extremos

Si bien el título de esta entrada pareciera indicar análisis sobre la realidad política venezolana, se equivoca porque trata sobre un aspecto de la vida al momento de defender nuestras creencias religiosas con respecto a otras. La religión es una herramienta para generar cambios positivos en los seres humanos, siempre y cuando prive el bien mayor que es el crecimiento espiritual. El catolicismo es la principal fe que se profesa en Venezuela, tiene carácter universal y está basada en la Biblia.
 
Tomando este punto de partida, todo feligrés católico tiene obligaciones entre ellas predicar (con verbo y acción) el evangelio, cumplir con los mandamientos de la Ley de Dios – el más importante “amar al prójimo como a uno mismo” – y los Sacramentos.
 
El matrimonio en Venezuela es una institución formada de la unión entre un hombre y una mujer. Al concubinato (unión de hecho) entre un hombre y una mujer se le reconocen derechos del matrimonio en materia patrimonial. Sin embargo, las uniones entre parejas del mismo sexo no habían estado contempladas legalmente hasta la última cuarta parte del siglo XX, obteniendo en diversos países de Europa (Holanda, Francia, otros) el estatus de matrimonio, con los mismos derechos y deberes que el matrimonio entre un hombre y una mujer. Los debates sobre el matrimonio igualitario en Venezuela han generado debates dispersos, muchos cayéndose en el irrespeto hacia las parejas del mismo sexo. Particularmente yo discrepo que el matrimonio dejase de ser la unión entre un hombre y una mujer por dos razones: la fe católica que profeso y todo menor de edad debe tener un padre y una madre, sin importar el estado civil ni la preferencia sexual de ambos. Hay opciones para denominar las uniones entre personas del mismo sexo, en las cuales tengan pólizas de seguro conjuntas (salud, patrimonial, otras) y derecho a heredar (patrimonio, pensiones o jubilaciones).
 
Es lamentable que se defienda al matrimonio usando epítetos en contra de la comunidad de lesbianas, gay, bisexuales y transgénero (LGBT). Soy heterosexual y defiendo el matrimonio en base a la unión entre un hombre y una mujer con el fin de compartir un proyecto de vida, formar una familia y seguir con la continuación de la especie humana. El catolicismo respeta el libre albedrío de los demás seres humanos sin sentenciar sus decisiones sentimentales ni proyectos de vida, porque el Juez de Jueces es Dios Padre. De lo contrario, se sería el extremo que siempre se critica por no analizar las aristas de una situación ni buscarles solución.

Saliendo al Paso

Esta entrada es muy personal, con respecto a las anteriores. En ocasiones, se tiende a decir la expresión “saliendo al paso” para indicar el fin de un(os) momento desafortunado(s), con adversidades y continuar con la cotidianidad de la vida. Ahora bien, los seres humanos tenemos defectos y virtudes para reflexionar, equivocarse, ser asertivo y empático.
 
En cualquier relación siempre ocurren altibajos por acción u omisión de una o ambas partes, se generan problemas que puedan generar controversia y con una comunicación fluida, sin prejuicios ni malas actitudes, se pueden solventar. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la gente se encarga de resaltar solamente los defectos de sus semejantes sin reconocer ni un ápice de sus virtudes? Al solo centrarse en los defectos, se generan disputas estériles y/o alejamientos de las personas.
 
Hay que aprender a convivir con defectos y virtudes propias y ajenas, de lo contrario estaríamos aislados, desmembrados de los diferentes círculos de socialización. Las controversias se deben dirimir en un ambiente de justicia y respeto, donde las diferencias personales no afecten los objetivos de cualquier institución – la familia, las organizaciones con y sin fines de lucro – para que esta se fortalezca y mantenga.
 
En ocasiones las personas me llaman “imprudente” o “muy imprudente”, lo cual es válido. Sé reconocer mis errores – es difícil, pero se hace – y aciertos. Mis respuestas en el pasado eran de indignación absoluta, pero he aprendido en la vida que se debe saber usar con moderación la imprudencia para resolución de conflictos. La gente es libre de pensar y decir lo que quiera, eso sí, a pensar bien en las consecuencias de lo pensado y expresado, evitando así incurrir en lo que se le critica a otros.

miércoles, 8 de julio de 2015

Cumplo las normas según…

La situación venezolana ciertamente ha presentado dificultades para la calidad de vida de los ciudadanos de esta hermosa tierra. Sin embargo, hay unos aspectos que se deben mantener presentes:

  • Cumplir con las normas mínimas del buen hablante y del buen oyente.
  • Evitar emitir comentarios malsanos sobre otras personas.
  • Mantener limpias sus viviendas y las áreas comunes.
  • Estacionarse en donde esté permitido y abstenerse de hacerlo en donde esté el rayado amarillo.
  • Pagar sus obligaciones puntualmente y hacer un presupuesto para evitar caer en morosidad.
  • Exigir en bloque y por escrito a las autoridades competentes el cumplimiento de los servicios públicos.
  • Cumplir con las leyes y los reglamentos dentro y fuera del País.

A los humanos nos cuesta ser reflexivos y autoevaluarnos. Es difícil reconocer las equivocaciones, también los éxitos individuales y colectivos. ¿Cómo se puede convivir en paz? Cumpliendo con las normas del buen hablante y oyente, respetando las normas de tránsito, cediendo el puesto a quien lo necesite en una unidad de transporte público, botando la basura en lugares destinados para tal fin, pagando puntualmente los impuestos y demás obligaciones (tarjetas de crédito, condominio, otros).

¿Por qué los venezolanos se portan mejor en el extranjero? Porque afuera hay sanciones de las autoridades que hacen cumplir las leyes. En Venezuela, depende de la municipalidad donde se esté.

¡Los venezolanos tenemos cualidades! Pero también hay asuntos por resolver como individuos y colectividad de ciudadanos dentro y fuera de nuestras casas. Al actuar todos bien, iniciaremos el cambio deseado en Venezuela, con el cerebro y sin necesidad de recurrir a las gónadas.