Si bien el título de esta
entrada pareciera indicar análisis sobre la realidad política venezolana, se
equivoca porque trata sobre un aspecto de la vida al momento de defender
nuestras creencias religiosas con respecto a otras. La religión es una
herramienta para generar cambios positivos en los seres humanos, siempre y
cuando prive el bien mayor que es el crecimiento espiritual. El catolicismo es
la principal fe que se profesa en Venezuela, tiene carácter universal y está
basada en la Biblia.
Tomando este punto de
partida, todo feligrés católico tiene obligaciones entre ellas predicar (con
verbo y acción) el evangelio, cumplir con los mandamientos de la Ley de Dios – el más
importante “amar al prójimo como a uno mismo” – y los Sacramentos.
El matrimonio en Venezuela es
una institución formada de la unión entre un hombre y una mujer. Al concubinato
(unión de hecho) entre un hombre y una mujer se le reconocen derechos del
matrimonio en materia patrimonial. Sin embargo, las uniones entre parejas del
mismo sexo no habían estado contempladas legalmente hasta la última cuarta
parte del siglo XX, obteniendo en diversos países de Europa (Holanda, Francia,
otros) el estatus de matrimonio, con los mismos derechos y deberes que el
matrimonio entre un hombre y una mujer. Los debates sobre el matrimonio
igualitario en Venezuela han generado debates dispersos, muchos cayéndose en el
irrespeto hacia las parejas del mismo sexo. Particularmente yo discrepo que el
matrimonio dejase de ser la unión entre un hombre y una mujer por dos razones:
la fe católica que profeso y todo menor de edad debe tener un padre y una
madre, sin importar el estado civil ni la preferencia sexual de ambos. Hay
opciones para denominar las uniones entre personas del mismo sexo, en las cuales
tengan pólizas de seguro conjuntas (salud, patrimonial, otras) y derecho a
heredar (patrimonio, pensiones o jubilaciones).
Es lamentable que se
defienda al matrimonio usando epítetos en contra de la comunidad de lesbianas,
gay, bisexuales y transgénero (LGBT). Soy heterosexual y defiendo el matrimonio
en base a la unión entre un hombre y una mujer con el fin de compartir un
proyecto de vida, formar una familia y seguir con la continuación de la especie
humana. El catolicismo respeta el libre albedrío de los demás seres humanos sin
sentenciar sus decisiones sentimentales ni proyectos de vida, porque el Juez de
Jueces es Dios Padre. De lo contrario, se sería el extremo que siempre se
critica por no analizar las aristas de una situación ni buscarles solución.