Venezuela
se encuentra ubicada en el Norte de Suramérica, mejor conocida como “Al Norte
del Sur”. En las décadas de los años 40, 50, 60 y 70 del siglo XX, fue tierra
receptora de inmigrantes provenientes de Europa, China, Medio Oriente y otros
países de Latinoamérica, gracias a las oportunidades de desarrollar campos no
desarrollados por los venezolanos. Las causas por las cuales vinieron los oriundos
de las regiones mencionadas son variadas, desde la búsqueda de mejorar su
calidad de vida hasta establecerse en una nueva patria. El resultado de esta
oleada de inmigrantes fue la diversificación de la cultura, participación en la
vida comercial y política, trayendo consigo un reconocimiento de un país
tolerante a las distintas formas de ver el mundo en un contexto de fraternidad.
A
mediados de los años 70 del siglo XX, se comienza a ver un declive progresivo
de las condiciones de vida, con desmejora en la economía y los servicios
públicos (salud y educación). Los descendientes de los inmigrantes fueron
partiendo inicialmente por esas razones, luego por la inestabilidad política, el
flagelo de la inseguridad personal y después por la intolerancia política
promovida por el Estado desde 1999.
La
inseguridad personal y la falta de oportunidades laborales han sido causales de
la emigración no solo de los descendientes de los inmigrantes, sino de
venezolanos nativos por más de dos (2) generaciones, con edades comprendidas
entre los 25 y 40 años de edad. Ello reduce la fuerza laboral de la población
económicamente activa, acentuándose la exportación de puestos de trabajo.
Analizando
el aspecto de la inseguridad personal, no es un fenómeno exclusivo de las zonas
populares, la clase media o alta. Es un hecho que afecta a todos. Los
venezolanos viven con más fuerza las tragedias personales (secuestros express,
asesinatos de seres queridos, robo, hurto), lo que hace posible plantearse la
siguiente interrogante: ¿Las únicas despedidas son entre los nuevos emigrantes
y sus familias? ¿Los ciudadanos se acostumbrarán a ver a una Venezuela como un
país de despedidas con sus familias, al salir de sus casas todos los días? La
respuesta a ambas interrogantes es un no rotundo. Los venezolanos están
condenados a entenderse, con ayuda de mediadores válidos e imparciales, para
lograr acuerdos duraderos que redunden en el beneficio de la Nación y sus
ciudadanos.
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