En mi época de estudiante universitario
(1999 – 2007) tuve excelentes vivencias que hicieron posible un crecimiento
como hombre y ser humano, de las cuales adquirí herramientas acerca de las
relaciones interpersonales y de trabajo como la tenacidad, la constancia, la
fortaleza, la paciencia, el aprender de los errores y la humildad.
¿Qué es la humildad? La Real Academia
Española (RAE) la define como:
“1. f. Virtud que consiste en el conocimiento
de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este
conocimiento.
2. f. Bajeza de nacimiento o de otra
cualquier especie.
3. f. Sumisión, rendimiento”.
En lo sucesivo se hará referencia a la
acepción Nro. 1. Partiendo de ella, se puede comprender que humildad no es
sinónimo de pobreza socioeconómica sino de estar consciente de quien es y hacia
dónde se va.
Suceden eventos en los que se formulan
interrogantes acerca de las acciones de nuestros semejantes, las cuales tienen
por propósito criticar sin revisar cuáles son las debilidades y fortalezas
propias, específicamente cuando somos jóvenes. Cito una reflexión del Profesor
Ángel Arellano al respecto: “Que alguien tire del bajante para aterrizar al
mundo terrenal ese orgullo que emerge desde las entrañas de la juventud y, que
tienta a los desconocedores, hablar sobre lo ignorado”.
Durante mi ejercicio profesional (2007 –
presente), he ido aprendiendo a resolver problemas con una visión más
holística, tomando en cuenta la importancia de mantener los canales de
comunicación abiertos para el cumplimiento de los objetivos cónsonos con la
ética y la moral. Siempre se aprende de algo de cada persona, sin importar su
formación académica. Esa es la clave de la humildad, la conciencia en la acción
y las palabras.
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